Como
decía el poema de mi querido Miguel Hernández, me sobra el corazón. Me sobra
porque en este momento desearía arrancármelo, y no solamente ponérmelo debajo
de un zapato, si no aplastarlo también. Pero tú no tienes la culpa, es más, has
sido generoso. Más que eso. Pero la
generosidad por desgracia no cura heridas abiertas. Mis elecciones son simplemente erróneas y
confusas. No confusas no, porque se lo que siento. Y siento tanto. Tanto que…
me sobra el corazón. Y tu serás el amor que me deje con los brazos caídos, con
esa pena que es mas que una pena. Con la pena que vale más que toda la alegría.
Sin embargo no soy extremista. Sé que tenderé los brazos hacía más, hasta que
realmente un día me estrelle. Y
entonces se caigan de nuevo, esta vez para siempre.
Me sobra el corazón. Me
sobro yo.